Monosílabos ¿reales o independientes...? La «gran parte» que decide lo que es «real»
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Limpia, fija y da... esplendorosos diptongos
Y es aquí donde, a mi humilde ver, reside el problema: qué se decide, sobre qué base se decide y cuáles son las justificaciones para dicha toma de decisión.
Si buscamos en la explicación teórica de la Ortografía, encontramos, primero, el planteo de la realidad real –válgame la redundancia–: dos «grandes partes» de hispanohablantes que pronuncian o articulan de diferente manera. Está claro que estos grupos pronuncian una considerable cantidad de palabras de modos diversos, pero, específicamente, difieren en:
…un grupo limitado de palabras que tradicionalmente se habían escrito con tilde por resultar bisílabas (además de ser agudas terminadas en -n, -s o vocal) en la pronunciación de buena parte de los hispanohablantes —los que articulan con hiato las combinaciones vocálicas que contienen— pasan a considerarse monosílabas a efectos de acentuación gráfica, conforme a su pronunciación real por otra gran parte de los hispanohablantes —los que articulan esas mismas combinaciones como diptongos o triptongos—, y a escribirse, por ello, sin tilde, ya que los monosílabos no se acentúan gráficamente, salvo los que llevan tilde diacrítica. (El destacado y el subrayado son míos.) Ortografía
¿Cuál de los grupos de hispanohablantes tiene el poder de decidir cómo ha de escribir el otro? ¿El que sigue el uso tradicional o el relajado?
Tenemos, entonces, en la supuesta justificación, dos partes. Se las define como: «buena parte […] los que articulan con hiato», por un lado, y, por otro, aquella «otra gran parte de los hispanohablantes» a quienes se atribuye la «pronunciación real», es decir, «los que articulan esas mismas combinaciones como diptongos o triptongos».
Estas partes no se han medido en ningún sufragio, pero ya tienen un triunfador, dado que es el único cuya pronunciación ‘tiene existencia objetiva’, de acuerdo a la definición de «real» en el DEL.
Argúyase, eventualmente, que se omitió el adjetivo «real», sin intención, en «pronunciación de buena parte de los hispanohablantes». ¿La justificación sería, entonces, que la decisión fue arbitraria?
En historia hispanoamericana se llama «realistas» a los ejércitos españoles contra los que se luchaba en las guerras por la independencia. Muy mala elección académica de adjetivo ambiguo, si no hubiese sido intencional, para esta extensa disquisición normativa (sea en su primera o en su segunda acepción).
La sublevación de los hiatos o la horrorosa impertinencia
No nos vamos a andar peleando por cómo se escribe «un grupo limitado de palabras». Pero ¡es que nos están diciendo que no existimos! ¿Se entiende? Para ser académicos resultan políticamente incorrectísimos. Justifíquenlo de otra manera.
La diversidad es la diversidad, me crea la Academia o no (ya que yo no estaría teniendo existencia objetiva desde una perspectiva fonética).
Comprendo que la ortografía tienda a unificar criterios, porque el lenguaje es una convención. Pero, con una explicación tan pobre e inconscientemente autoritaria, supuse que había tomado arbitrariamente la opción de la madre‑patria (que no es exactamente un matriarcado). Tal vez «real» viniera por el lado de la realeza , me dije, ya que los americanos no hacemos diptongo.
Sin embargo los mismos rezongos sonaban por aquellos lares, donde Manuel Seco y Martínez de Sousa se levantaban a defender los hiatos, como se lee en las páginas 144 a 147 de la OOTEA 3:
No parece que sea un acierto por parte de la Academia considerar faltas de ortografía las grafías hiáticas que se consideran incluidas en esta norma.
Por consiguiente, una vez explicada la posición de la Academia a este respecto para la pertinente información del lector, debo añadir, por coherencia personal, que, como hasta aquí, escribiré con tilde los tiempos verbales cié, ció, criáis, crié, criéis, crió, fiáis, fié, fiéis, fió, fluí, fluís, freí, frió, fruí, fruís, guiáis, guié, guiéis, guió, huí, huís, liáis, lié, liéis, lió, pié, piáis, piéis, pió, pión, pué, rió, rué, ruó, trié, trió, el adjetivo pión y los sustantivos guión, ión, muón, pión, prión, ruán, truhán, Ruán, Sión, porque entiendo que la Academia no tiene justificación para introducir e imponer de forma inapelable («[esas palabras] se escribirán obligatoriamente [cursiva mía] sin tilde») semejantes cambios en la pronunciación y la escritura de nuestra lengua. (OOTEA, Martínez de Sousa, 2014, p.146, el resaltado es mío)
La sublevación de los hiatos o la horrorosa impertinencia
No nos vamos a andar peleando por cómo se escribe «un grupo limitado de palabras». Pero ¡es que nos están diciendo que no existimos! ¿Se entiende? Para ser académicos resultan políticamente incorrectísimos. Justifíquenlo de otra manera.
La diversidad es la diversidad, me crea la Academia o no (ya que yo no estaría teniendo existencia objetiva desde una perspectiva fonética).
Comprendo que la ortografía tienda a unificar criterios, porque el lenguaje es una convención. Pero, con una explicación tan pobre e inconscientemente autoritaria, supuse que había tomado arbitrariamente la opción de la madre‑patria (que no es exactamente un matriarcado). Tal vez «real» viniera por el lado de la realeza , me dije, ya que los americanos no hacemos diptongo.
Sin embargo los mismos rezongos sonaban por aquellos lares, donde Manuel Seco y Martínez de Sousa se levantaban a defender los hiatos, como se lee en las páginas 144 a 147 de la OOTEA 3:
No parece que sea un acierto por parte de la Academia considerar faltas de ortografía las grafías hiáticas que se consideran incluidas en esta norma.
Por consiguiente, una vez explicada la posición de la Academia a este respecto para la pertinente información del lector, debo añadir, por coherencia personal, que, como hasta aquí, escribiré con tilde los tiempos verbales cié, ció, criáis, crié, criéis, crió, fiáis, fié, fiéis, fió, fluí, fluís, freí, frió, fruí, fruís, guiáis, guié, guiéis, guió, huí, huís, liáis, lié, liéis, lió, pié, piáis, piéis, pió, pión, pué, rió, rué, ruó, trié, trió, el adjetivo pión y los sustantivos guión, ión, muón, pión, prión, ruán, truhán, Ruán, Sión, porque entiendo que la Academia no tiene justificación para introducir e imponer de forma inapelable («[esas palabras] se escribirán obligatoriamente [cursiva mía] sin tilde») semejantes cambios en la pronunciación y la escritura de nuestra lengua. (OOTEA, Martínez de Sousa, 2014, p.146, el resaltado es mío)
Y aunque la desprejuiciada poda académica de estas tildes fue simultánea a la de «solo» y a la de los pronombres «este/a», «ese/a» y «aquel/la», muchos tardaron más en enterarse, tal vez justamente por el revuelo que armaron los destildados demostrativos y adverbio que afectaban a todas las grandes partes posibles por igual. Pero, cuando se cayó en la cuenta, tanto entre los bienhablados españoles como de este lado del Atlántico no resultó tan obvio que «guion» fuese monosílabo. Acá la mayoría sigue pronunciando <guión> y no encuentra coherente escribirlo como monosílabo.
Como ejemplo de lo arduo de la imposición, cito un par de hilos de los foros de WordRefwerence, en los cuales se menciona numerosas veces el tema (a pesar de estar centrados en otro nudo álgido de disputa, que dará para otro posteo: «Excluido o excluído», 2011, y «construido», 2011 a 2015), donde los americanos siguen sin convencerse demasiado de la decisión académica, porque para ellos las pronunciaciones son reales y evidentes hiatos.
Y, encima, ¡me encuentro la palabreja en el Museo de los horrores! ¿No será una insubordinada impertinencia consciente (de la mayoría de los hispanohablantes, como lo señala Martínez de Sousa), señores del Centro Cervantes?
En fin, me resulta conceptualmente débil la actual organización del sistema de tildes en español. Así lo señala, tajante, Luis Alberto Mamani Quispe : «las reglas vigentes del acento gráfico en español exhiben incoherencias e inconsistencias», en cuyo interesante artículo no he profundizado lo suficiente como para respaldar la propuesta de reorganización. Su descripción de esas inconsistencias es más que interesante.
Al yugo, que de algo hay que vivir
Bien. Soy una inadaptada y voy a seguir mal-diciendo esas pocas palabras en disputa, que para mí no resultan monosílabas.
Pero, por el momento, hasta que la rebelión fructifique o enraíce el diptongo –porque ¿quién puede saber cuál será la realidad existencial de la fonética entre los diversos grupos de hablantes para la próxima edición de la Ortografía?–, debo corregir estos acentos fonéticos en su versión gráfica, al menos en textos ajenos. Claro que, a falta de costumbre y de convencimiento, no me tengo fe…
Word ya los señala como incorrectos. Pero es muy tedioso hacer los reemplazos puntuales en textos largos.
Así que me hice una macro… Es más sencillo configurar una macro que reacomodar el cerebro cada vez que la Academia dicta normas sin demasiado tino. La ejecuto y, además, no me siento tan traidora a mi habla y a mi convicción…
No he tratado acerca de las macros aún. Como son un tema aparte, quedan para otro artículo.
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