Lisandro Alonso, el ineditable
Con personajes que esperan
acontecimientos o encuentros que no llegan, su cine, sin embargo, no es tanto
de espera como de búsqueda, un “estado de pregunta constante”, y lo que define su
mediación “es tan
instintivo [...], es tan difícil que venga otro y te opine sobre la edición...,
porque es tan sensorial”, “no sé si vale la pena darle un sentido lógico”.
Se puede mirar a Lisandro Alonso en su cine. Se pueden leer entrevistas y críticas. Y, sin embargo, hay algo de él que los completa y se nos escapa si no lo conocemos.
Ante las fundamentaciones teóricas de su obra, acerca
de las cuales se le pide opinión, a este Alonso, el de la entrevista, se le
llenan los ojos de interrogantes. ¿De qué le estamos hablando? “A mí la certeza me aburre filmarla”. Es el espectador quien tiene que involucrarse con lo que
está mirando. El que tiene que buscar las respuestas.
http://www.cinenacional.com/persona/lisandro-alonso |
Se puede mirar a Lisandro Alonso en su cine. Se pueden leer entrevistas y críticas. Y, sin embargo, hay algo de él que los completa y se nos escapa si no lo conocemos.
No
hablo de un problema gnoseológico. Simplemente de cercanía y contextualización
humana de la imagen y de la palabra.
Una
entrevista a Lisandro Alonso no puede estrictamente desgrabarse y escribirse.
Porque Lisandro Alonso se explica a sí mismo en código cinematográfico. Para
entender qué nos está diciendo son necesarios sus gestos, sus silencios, sus
exabruptos, sus miradas. Él mismo muestra que lo suyo no son las palabras.
No
digo que sea un troglodita con el lenguaje. Digo que su lenguaje es otro, y muy
personal.
Las “grandes”
preguntas
Escena de Fantasma - 2006 |
Así,
una película de Lisandro, suelta, fuera de su realidad en él, puede parecer
pretenciosamente intelectuosa –me gusta usar este adjetivo para algunas
pretensiones,[1]
permítanme esta licencia–. Pocos humildes como Lisandro, sin embargo. Hasta las
preguntas parecen caérsele de grandes y se sonríe cuando se le habla del tipo
de conocimiento al que apunta, las palabras dicen: “Uf...qué buena pregunta...,
no sé si estoy capacitado para responderla, pero vamos a intentar...”,[2]
y, como es necesario leer tras sus gestos del mismo modo que lo hacemos tras
las secuencias de sus películas, interpreto que no le interesa demasiado aproximarse
a una respuesta, porque no le gusta explicar, no lo siente necesario... Acabo
de usar el verbo “siente” a propósito. La crítica considera; Alonso, en cuanto
autor de un cine bien señalado como “poético” –aunque él diga que no le cabe la
calificación–, no entra en consideraciones especulativas.
Del otro Alonso o del
crítico molesto: ¡tú puedes!
Hay
una anécdota, de la que no tengo otra fuente más que haberla oído, que cuenta
que otro Alonso –Amado– fastidiaba a Pablo Neruda cada vez que podía
preguntándole el porqué de un adjetivo en un poema, y que el poeta, entre un tinto
y otro, se reía de sus inquisiciones. La crítica y el autor. Ambos dentro del
mismo campo, tan dependientes y tan diversos.
Escena de Jauja - 2014 |
[1]
En mi diccionario personal, lleno de neologismos, dícese “intelectuoso/a” a
‘aquella persona que, sin otro fundamento ni propósito que tratar de situarse
por encima de lo masivo o popular, hace uso, a veces muy rudimentario, de
recursos de extrañamiento que vuelven a sus obras cuasi ininteligibles para el
común de los mortales -masivos o populares-, y que requieren, para persistir,
de un círculo de intelectuosos interpretadores ad hoc’. Es cierto que, en un principio, de acuerdo a la
descripción bourdiana del campo estético, el artista precede a su mercado y
necesita de una crítica cuasi obsecuente en esta configuración de relaciones.
Pero no es a esto a lo que quiero referirme: pasándolo a criollo raso y puro,
“intelectuosos” serían aquellos que hacen cosas raras pero vacías tratando de
parecer inteligentes.
[2]
“Entrevista a Lisandro Alonso”, jueves 12 de noviembre del 2015, Aula 7, FPyCS,
UNLP, La Plata.
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